sábado, 4 de octubre de 2008

Reseña 04: Los procesos de socialización

REFERENCIA BIBLIOGRAFICA:

Nombre del libro: Acción e ideología: Psicología social desde Centroamérica, Capítulo 4. Número de páginas que fueron leídas para hacer esta reseña: 35.
Autor: Ignacio Martín Baró.
Editorial: UCA.
Fecha de edición: 1990.
País que lo publica: El Salvador


TESIS QUE DESARROLLA EL AUTOR:

Ignacio Martín Baró, plantea que la socialización constituye un proceso de desarrollo histórico, identidad personal y social, donde el individuo tiende a desarrollarse como persona y miembro de un grupo social concreto, a través del lenguaje con el que construye la realidad, incorporando principios y valores que definan sus fines y acciones, a través de la moral.




INDAGACION DOCUMENTAL:

Los sociólogos y psicólogos suelen entender el concepto de socialización desde una perspectiva diferente. Para los sociólogos, la socialización es el proceso a través del cual una determinada sociedad u orden social logra pervivir y reproducirse, transmitiendo a los nuevos miembros aquellas normas y principios necesarios para la continuidad del sistema. La socialización cambia así a la persona, la va haciendo previsible respecto al sistema social y ajustada a sus objetivos, lo que permite el funcionamiento normal de ese sistema. Para los psicólogos la socialización es el proceso a través del cual los individuos adquieren aquellas habilidades necesarias para adaptarse y progresar en una determinada sociedad. Desde esta perspectiva, el individuo cambia a fin de poder sobrevivir y funciona adecuadamente. (P. 114)

Se va a entender la socialización como aquellos procesos psicosociales en los que el individuo se desarrolla históricamente como persona y como miembro de una sociedad. Esta definición sostiene tres afirmaciones esenciales:

La socialización constituye un proceso de desarrollo histórico. Se trata de un proceso caracterizado siempre por su concreción temporal y espacial. No es un proceso mecánico, inmutable, prefijado genéticamente o dependiente tan sólo de determinismos biológicos, como podría ser la maduración: por el contrario, su carácter es definido por las circunstancias propias de cada situación histórica concreta. Así, el análisis de los procesos de socialización requiere examinar como variables fundamentales en qué sociedad, en qué clase social, en qué grupo, en qué época, en qué situación, en qué coyuntura tienen lugar esos procesos. (P. 115)

El estudio de la socialización tiene que prestar especial atención a la historia en cuanto contenidos concretos y, aunque es importante examinar cómo se transmite algo, más importante aún es conocer ese algo que se transmite. No es lo mismo transmitir un sentido de solidaridad comunitaria que un ansia de competencia individualista, aunque uno y otro se puedan adquirir mediante los mismos procesos de aprendizaje social. (P. 115)

En segundo lugar, es un proceso de desarrollo de la identidad personal. A través de la socialización, la persona se va configurando, va llegando a ser, en su desarrollo en y frente a la sociedad, como afirmación de su particular individualidad. Socializarse no es un simple cambio de un estado a otro, una modificación; es un paso hacia el ser, y hacia el ser personal. En el proceso de socialización la persona no cambia; la persona se hace, la persona emerge. De ahí que la persona y su específica identidad personal, sus rasgos y características personales, sean el fruto de este proceso histórico de configuración. La sociedad no es entonces algo externo a la identidad de la persona; es elemento configurador esencial de su ser personal. (P. 116)

Esta concepción de la socialización rompe con la tradicional dicotomía entre naturaleza y medio, herencia y ambiente, “natura” y “nurtura”, no porque se niegue el posible valor analítico de la doble categorización sobre las raíces del proceso, sino porque la dualidad conceptual se presta a una comprensión cosificada de esas raíces, como de hecho ha sucedido, otorgando carácter de cosas entre sí a lo que son conceptualizaciones parciales de una misma realidad. (P. 117)

Frente a esta dicotomía, es importante afirmar que lo social es, por principio y desde el principio, constitutivo esencial de cada persona humana y, por consiguiente, la existencia de una persona supone necesariamente la existencia de una sociedad que la ha configurado a través de la historia. (P. 117)

En tercer lugar, la socialización es un proceso de desarrollo de la identidad social. La socialización marca al individuo con el “carácter” o sello propio de la sociedad y grupo social en el que históricamente se realiza su proceso de socialización. La persona surge a través del proceso como alguien con una identidad propia, pero se trata de un sujeto “de” tal o cual sociedad, “de” tal o cual clase social. El “de” señala una pertenencia desde las raíces más profundas de la estructura humana de cada persona. No hay identidad personal que no sea al mismo tiempo y por lo mismo identidad social. (P. 117)

Por ello la identidad es primero y sobre todo una pertenencia objetiva: al ser parte de un grupo la persona adquiere el carácter peculiar de ese grupo así como desarrolla aquellos aspectos específicos que el grupo hace posibles. Pero la adquisición de una identidad social es también el producto de una asignación individual que tiene lugar a través de los procesos de interacción personal. La conciencia que la persona adquiere sobre sí misma y que a su vez repercute en su propia determinación surge condicionada por la realidad social objetiva, que le abre y cierra determinadas posibilidades (de ahí el que la conciencia que puede adquirir una persona tiene siempre el límite impuesto por la realidad de su grupo social), así como por la evolución específica de cada persona al interior de su medio social. (P. 118)

Peter Berger y Thomas Luckman (1968) han distinguido entre los procesos de socialización primaria y los procesos de socialización secundaria. La socialización primaria corresponde en lo fundamental a lo que nosotros hemos definido como socialización en general, mientras que la socialización secundaria sería el proceso de incorporación de la persona a sectores particulares de la organización social, “submundos” institucionales como pueden ser la universidad, un hospital o un club social. “La socialización secundaria es la adquisición del conocimiento especifico de ‘roles’, estando éstos directa o indirectamente arraigados en la división del trabajo”. (P. 118)

Por la socialización primaria, el individuo se convierte en miembro de un grupo social concreto: su ubicación material al interior de un mundo objetivo de relaciones interpersonales le lleva a apropiarse de aquellos esquemas que definen la realidad y conocerse a sí mismo como real.
(P. 118)

En la socialización primaria, el individuo adquiere un mundo y desarrolla una identidad personal. “Un mundo” es ante todo un contexto objetivo, material y personal: el grupo social en el que uno nace, la situación en que se encuentra. Pero, en segundo lugar, “un mundo” es también una cultura en toda su complejidad. Por tanto, adquirir un mundo significa formar parte de un contexto y situación social, e incorporar individualmente ese contexto y situación sociales en forma de estructuras psicológicas. Mediante la adquisición de un mundo la persona pertenece a un grupo, a una sociedad, forma parte objetivamente de ella; pero, a su vez, la sociedad, su grupo es constitutivo esencial de su ser personal. A la pertenencia objetiva corresponde una incorporación subjetiva del mundo. (Página 119)

La estructuración psicológica del individuo puede descomponerse analíticamente en dos aspectos:

a) La socialización supone que el individuo, situado en un determinado contexto social y en interacción con ese medio (sobre todo con los que Mead llama “los otros significativos”), va formando unos esquemas cognoscitivos que seleccionan y procesan su información, que filtran y configuran lo que él va a aceptar como la realidad, como el mundo. (P. 119)

b) La socialización supone también que el individuo va incorporando, haciendo suyo, un marco valorativo de referencia. Cuando las personas captamos la realidad, conocemos a otras personas, cosas o hechos, nuestro conocimiento no suele ser aséptico, puro; más bien, al conocer la realidad experimentamos emociones, positivas o negativas, que son la corporalización de la evaluación. (P. 120)

La definición de la realidad supone ya un juicio sobre la calidad ética, humana o estética. Pero esta evaluación no está en la realidad en sí, sino en la realidad en cuanto parte de los grupos sociales y en cuanto conocida y vivida por las personas. Así pues, junto a los esquemas cognoscitivos, las personas incorporan a través de los procesos socializadores unos esquemas valorativos, unos criterios para medir y evaluar la realidad. Los esquemas de valoración son todavía más expresivos si cabe de las estructuras sociales que los generan y cuyos intereses canalizan a través del individuo como exigencias universales y principios absolutos. (P. 120)

A través de la socialización primaria, los individuos adquieren una identidad personal cristalizada en un yo al cual remiten sus acciones, su pensar y sentir. El yo es el producto de la socialización en todas sus dimensiones, y cada momento de su evolución representa la síntesis final de los procesos evolutivos de la persona. La plenitud de capacidades hace que las personas se sientan “más ellas mismas”, mientras que la enajenación es experimentada como una pérdida de la propia identidad, una “salida” del propio yo: “en ese momento no era yo; estaba fuera de mí mismo”. (P. 121)

La identidad personal tiene cuatro características fundamentales:

1) Está referido a un mundo: El yo personal siempre se encuentra ubicado en un contexto objetivo y está referido a un mundo, entendido como una realidad de sentido, conocida y valorada. La identidad es, por consiguiente, el enraizamiento de la persona en un determinado mundo de significaciones así como en una determinada red de relaciones sociales. Asumir la propia identidad supone asumir también ese mundo. Las personas tienen identidad referidas a un contexto, y fuera de él el yo pierde sus raíces y se desmorona. (P. 121)

2) Se afirma en la relación interpersonal: La identidad de las personas es de naturaleza social; está referida sí a un mundo de significaciones (mundo objetivado), pero está referida fundamentalmente a un mundo constituído por las personas más significativas de su entorno, los “otros significativos”, su mundo de relaciones sociales. La identidad propia de la persona se afirma frente a la identidad de los demás, su yo se define frente a los demás y con ellos. (P. 121)

3) El yo o la identidad personal es relativamente estable: Hay una evolución a lo largo de la vida, pero la persona mantiene una continuidad consigo misma sea o no consciente de ella. Puesto que la identidad personal está siempre referida a un mundo, la evolución del yo va unida al cambio en el propio mundo. En general, las personas pasan por diversas etapas a lo largo de la vida y, en no pocos casos, cada una de estas etapas representa un cambio importante en su identidad personal. Así, retrospectivamente, la persona puede encontrar modificaciones cruciales en su propio yo a lo largo de su existencia. Sin embargo, ni estos cambios niegan la continuidad de su “yo” ni contradicen la afirmación que el yo es relativamente estable. (P. 122)

4) Es producto tanto de la sociedad como de la acción del propio individuo: A esta consecuencia se llega como resultado de comprender a la persona humana como un ser de historia; la identidad personal se forma en la confluencia de una serie de fuerzas sociales que operan sobre el individuo y frente a las cuales el individuo actúa y se hace a sí mismo. Al actuar, el individuo genera una realidad y la conoce como tal, pero a su vez la acción misma es hecha posible por las fuerzas sociales que se actualizan en el individuo. (P. 123)

En la vida social, la construcción de la realidad se realiza en gran parte por medio del lenguaje: El lenguaje objetiva al mundo, le da una consistencia social, lo “realiza” (en el doble sentido de aprehenderlo como conciencia de él y de hacerlo real en cuanto lo produce dándole una forma y una identidad). Desde un punto de vista funcional, el lenguaje constituye un “engranaje” clave del organismo humano. (P. 133)

Al psicólogo social le interesa más específicamente verificar el lenguaje en cuanto comportamiento social y, por tanto, en cuanto remite a unas raíces sociales. En este sentido, el psicólogo social se pregunta en qué medida la sociedad configura la personalidad y las acciones de sus miembros a través del lenguaje, tanto condicionando su desarrollo intelectual como determinando la estructura de su mundo. (P. 133)

Un lenguaje representa de hecho una determinada codificación del mundo, es decir, una forma particular de ver la realidad, ordenándola, clasificándola según categorías y atribuyéndole signos. De este modo, el flujo de la realidad es fijado y objetivado, permitiendo que la multiplicidad de experiencias de cada persona sea referida a una misma serie de signos y así sean tipificadas de acuerdo a determinadas categorías. De este modo, lo que es siempre y por naturaleza individual se socializa y pasa a constituirse como parte de una referencia compartida por todo un grupo o sociedad. En este sentido, el lenguaje sirve como mediación socializadora entre la persona y la comunidad, entre la experiencia individual y el orden social. (P. 134)

Uno de los autores que más expresivamente ha conceptualizado el papel mediador es Edward Sapir. Según Sapir, el lenguaje es de naturaleza heurística, es decir, “sus formas predeterminan para nosotros ciertos modos de observación y de interpretación”. El lenguaje es un guía de la realidad, pero de la realidad en cuanto social, no en cuanto simplemente individual. Las personas descubren a través del lenguaje significados de la realidad que no son explicables por la calidad de la experiencia personal misma, sino por la naturaleza del propio lenguaje. (P. 134)

La forma de pensar de los miembros de una sociedad está fuertemente condicionada por el tipo de lenguaje de esa sociedad, hasta el punto que, según Sapir, el “mundo real” se encuentra en buena medida construido sobre el esquema de los hábitos mentales del grupo: “los seres humanos no viven únicamente en el mundo objetivo, ni siquiera en el mundo de la actividad social como se suele entender, sino que se encuentran mucho más a merced del lenguaje concreto que se ha convertido en el medio de expresión de su sociedad”. (P. 134)

El planteamiento de Sapir fue recogido por Benjamin Lee Whorf. Whorf realizó numerosas comparaciones entre un lenguaje como el inglés y un lenguaje indígena, el hopi (de una tribu de indígenas de Arizona). Para Whorf, las notables diferencias lingüísticas entre uno y otro no sólo expresan el hecho que se trata de dos lenguajes diferentes, sino que ponen de manifiesto dos realidades culturales distintas. (P. 135)

“Disecamos la naturaleza de acuerdo con las líneas trazadas por nuestras lenguas nativas. Las categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no los encontramos allí porque atraigan la atención de cualquier observador; por el contrario, el mundo se presenta en un flujo calidoscópico de impresiones que nuestras mentes tienen que organizar, y que lo hacen en buena medida mediante los sistemas lingüísticos. Seleccionamos la naturaleza, la organizamos en conceptos y atributos significativos en buena medida porque estamos de acuerdo en organizarla de esa manera; se trata de un acuerdo válido para quienes comparten nuestro habla y que está codificado en los esquemas de nuestro lenguaje”. (P. 135)

Estrictamente considerada, la tesis de Whorf significa, ante todo, que los niveles superiores del pensamiento humano están condicionados por el propio lenguaje, pero significa también que la estructura misma del lenguaje que se usa habitualmente influye en la forma como se conoce la realidad. (P. 135)

A la búsqueda del proceso formador de lenguaje y cultura, para Alexander R. Luria, el lenguaje es uno de los principales productos del desarrollo histórico que, a su vez, sirve como mediador del influjo social en la actividad mental de las personas. Luria concluyó que “los cambios sociohistóricos no sólo introducen nuevos contenidos en el mundo mental de los seres humanos, sino que también crean nuevas formas de actividad y nuevas estructuras del funcionamiento cognoscitivo”, haciendo avanzar la conciencia humana hacia nuevos niveles. (P. 138)

En buena medida, estos cambios son mediados por el lenguaje. Luria muestra la progresiva interiorización del lenguaje como mecanismo de control de acción. La socialización supone así la interiorización del control comportamental a través del lenguaje, no tanto en sus aspectos fonéticos cuanto en sus aspectos semánticos o de significación. (P. 138)

A diferencia de Luria que examina los determinismos históricos de las estructuras sociales a través de un proceso de cambio revolucionario en la organización social, Basil Bernstein intenta encontrar ese determinismo psicosocial comparando los esquemas lingüísticos y sus efectos en dos clases sociales contrapuestas al interior de un mismo orden social. Según Bernstein, la estructura social genera distintos códigos lingüísticos intrínsecamente vinculados a las diversas formas de relación humana y cultural hechas posibles por el orden estructural, códigos que a su vez condicionan el quehacer de los miembros de las diferentes clases sociales. (P. 138)

La tesis de Bernstein se desglosa en cuatro puntos:

La relación entre contextos sociales y significaciones. Las relaciones sociales actúan selectivamente sobre las significaciones que hay que producir, y éstas a su vez activan una determinada selección gramatical y léxica. Los cambios en las relaciones sociales afectarán los mecanismos de planificación usados en la preparación del habla y en la orientación del interlocutor. (P. 140)

Los significados dependientes de un contexto sólo son asequibles a aquellas personas que comparten la comprensión de ese contexto. Por el contrario, los significados independientes de un contexto son por principio universales, ya que no presuponen el conocimiento implícito de ninguna significación. (P. 140)

La vinculación entre significaciones y principios. Los significados dependientes del contexto hacen referencia a principios relativamente implícitos, de los que no siempre tienen suficiente conciencia ni siquiera aquellas mismas personas que guían por ellos su vida cotidiana. Por el contrario, los significados independientes del contexto se refieren a principios relativamente explícitos y elaborados. (P. 140)

El funcionamiento de los códigos lingüísticos. Lingüísticamente, las diversas relaciones sociales, los dos tipos de contexto se materializan a través de los códigos. Un código lingüístico, es un principio regulador que controla la forma como se desarrollan en el habla los diversos contextos socializadores. Los códigos, por supuesto, no son directamente observables. Así como hay dos tipos fundamentales de significados, hay dos tipos de códigos: (a) el código restringido, que regula lingüísticamente los significados dependientes del contexto, y (b) el código elaborado, que regula lingüísticamente los significados independientes del contexto. (P. 140)

Según Bernstein, la fuerza de los códigos se puede captar en el uso que las instancias socializadoras de las personas (los padres, los maestros, etc.) hacen de las variables lingüísticas restringidas o elaboradas en distintas situaciones de la vida social. En este sentido, para Bernstein la estructura social se vuelve realidad psicológica en el niño moldeando sus actos lingüísticos: la forma de la relación social actúa selectivamente sobre el tipo de código empleado, que se vuelve expresión simbólica de la relación y regula la naturaleza de la interacción. Así, las consecuencias de la forma de relación social en que vive la persona son transmitidas y sostenidas a nivel psicológico por los códigos. (P. 141)

El problema que originalmente se planteó Bernstein consistía en averiguar las razones que llevaban a los niños y jóvenes provenientes de la clase social trabajadora a fracasar en el medio escolar en un porcentaje significativamente mayor que los niños provenientes de la clase burguesa o de los sectores medios. Bernstein llegó a la conclusión que el sistema escolar está fundamentado en la utilización del código elaborado, cuya utilización resulta mucho más difícil al niño proletario que al niño burgués o pequeño burgués. (P. 141)

Sin embargo, existe una fuerte correlación entre las clases sociales en las sociedades capitalistas y la frecuencia con que sus miembros usan uno u otro de los códigos, debido sobre todo a un contexto de significaciones más particularista e implícito (en el caso del proletariado) o más universal y explicito (en el caso de la burguesía o pequeña burguesía). En este sentido, el niño proletario tendería a la utilización continua de un código restringido que, en la práctica, rebajaría su habilidad lingüística potencial, le llevaría a respuestas más concretas y descriptivas e inhibiría su habilidad generalizadora a niveles superiores. (P. 141)

Aprender un lenguaje es una forma de aprender el mundo, la realidad social, sea que esta realidad esté configurada en parte por el lenguaje mismo, sea que realidad social y lenguaje vayan de la mano. Aprender un lenguaje es, así, aprender a enfrentar un mundo, es aprender a actuar en una determinada realidad y frente a los imperativos concretos que nos impone cada situación histórica. (P. 142)

El individuo se vuelve persona social en gran parte mediante el aprendizaje de un lenguaje. Cada lenguaje es portador de significaciones compartidas por una comunidad y quizá compartidas en forma distinta por cada grupo social. (P. 142)

La valoración de un comportamiento como bueno o como malo supone la confrontación de los intereses sociales con las necesidades individuales, la conveniencia del grupo con los deseos de la persona. La moral pretende regular los comportamientos a fin de hacer posible la satisfacción del individuo en una forma conveniente a los intereses de la colectividad. Esta congruencia entre el individuo y grupo, entre persona y colectividad constituye el problema recurrente a la vida social, al que la moral, las normas y criterios morales de cada grupo social, trata de dar respuesta concreta. La normatividad moral estipula como buenos aquellos comportamientos mediante los que se pretende lograr el equilibrio del bien individual y del colectivo, o aquellas circunstancias en que los comportamientos pueden alcanzar esa meta. (P. 143)

La socialización moral es, sin duda, el proceso socializador por excelencia, ya que las normas definidoras del bien y del mal y los hábitos correspondientes constituyen la materialización de un orden social. Mediante la adquisición de una moral, la persona hace propios los principales mecanismos de control social de un determinado sistema. (P. 144)

Es importante clarificar el concepto de control social. Talcott Parsons, concibe el control social en contraposición a las tendencias que apartan del orden de un determinado sistema y lo define como “aquellos procesos en el sistema social que tienden a contrapesar las tendencias desviadas”. Para Parsons, el control social está referido a un estado de equilibrio del sistema, lo que supone a nivel social el funcionamiento de las estructuras normativas (los valores y normas sociales) y a nivel individual la motivación hacia el conformismo social. Los mecanismos de control social actuarían, por tanto, en la regulación de los roles sociales y en la motivación de los individuos hacia el desempeño de esos roles requeridos por el sistema. (P. 144)

El presupuesto fundamental de esta concepción es la existencia de un orden social unitario, un equilibrio armonioso en el que el mismo sistema normativo de valores regula el comportamiento de todos los grupos y miembros de una sociedad. Así, la moral supondría la interiorización del control social a través del proceso de socialización, que integraría armoniosamente al individuo al orden del sistema dado. (P. 144)

Para Morris Janowitz, el control social constituye la capacidad de una determinada sociedad o grupo social para regularse a sí misma de acuerdo con sus propios principios y valores. Esta definición asume la unidad colectiva, aunque no necesariamente su “equilibrio” o armonía; por otro lado, concibe el control social en términos positivos, como una “capacidad”, lo que abre las puertas a una concepción más realista del control social, que puede incluir el conflicto social objetivo y el ejercicio del poder. En sociedades divididas en clases sociales, como lo son las sociedades latinoamericanas, estructuradas por un sistema capitalista, donde un grupo social ejerce su hegemonía a partir del poder que logra mediante la propiedad de los grandes medios de producción, la capacidad de regulación o control social no presupone una integración armoniosa de todos los grupos al todo social ni tampoco la motivación generalizada hacia el conformismo, sino que presupone un poder coercitivo, tanto a nivel de la colectividad como de los individuos concretos. (P. 146)

El control social, según Janowitz, persigue limitar lo más posible la coerción social, eliminar la miseria humana y maximizar el papel de la racionalidad, aunque la búsqueda de este objetivo presuponga la aceptación de una dosis de coerción en todo sistema legítimo de autoridad y la persistencia de desigualdades sociales. Lo opuesto al control social es pues el control coercitivo, es decir, aquel orden que se apoya predominantemente en el uso de la fuerza. El problema surge cuando el control social se basa en los intereses de un grupo dominante: la minimización de la coerción e incluso la minimización de la miseria pueden servir, en la práctica, para perpetuar el dominio de clase, como sucede en algunas de las llamadas sociedades industriales avanzadas (Estados Unidos o países europeos). (P. 146)

El control personal constituye el correlato psicológico del control social. Consiste el control personal en la capacidad de una persona para lograr sus objetivos, canalizando sus energías, satisfaciendo sus necesidades y minimizando los daños a sí mismo y a los demás. Desde el punto de vista del control social, lo importante es que la persona integre como parte de su control personal aquellos criterios y valores sociales que le llevarán a buscar en su vida objetivos socialmente deseables. De este modo, el control social supone que las personas interioricen los mecanismos que actualicen en ellas el funcionamiento regular de la sociedad. De ahí, la importancia del proceso de socialización moral, mediante el cual el individuo se desarrolla orientado por los principios y valores del sistema social imperante, convertidos en parte de sí mismo. (P. 146)

Como los criterios, principios y valores en una determinada organización social están basados primordialmente en los intereses de la clase social dominante en cada situación histórica, su internalización a través del proceso de socialización puede entrañar la génesis de contradicciones al interior de los grupos e individuos pertenecientes a las clases sociales dominadas. Es frecuente, así, ver cómo los valores y criterios de comportamientos perseguidos frecuentemente por campesinos y obreros en los países centroamericanos contribuyen a perpetuar su situación objetiva de opresión e incluso les llevan a la violencia asesina contra su propio grupo social. (P. 147)

Cuando en una determinada organización social el control social se debilita más allá de un determinado punto y el mantenimiento y regulación del orden se asienta en el ejercicio del poder coercitivo, empiezan a acelerarse dos procesos: (a) la desintegración del sistema, ya que grupos e individuos tienden a actuar en función de intereses distintos a los del grupo hasta entonces dominante, y (b) el afloramiento cada vez más fuerte del conflicto social, aumentando la interacción antagónica de los principales grupos sociales. Cuando esto sucede, la moral social muestra su verdadera naturaleza parcial y clasista, y es sustituida por las morales de grupo, conscientemente asumidas como tales. (P. 147)

La socialización moral consiste, pues, en la incorporación por parte de la persona de aquellos principios y valores que definen los fines y acciones de los miembros de una sociedad en cuanto buenos y malos y en el desarrollo de aquellas virtudes y hábitos personales coherentes con esos principios y valores. (P. 147)

SINTESIS:

Ignacio Martin Baró en el cuarto capítulo “Los procesos de socialización” de su libro “Acción e ideología: Psicología social desde Centroamérica”, comienza hablando de la socialización como el conjunto de procesos psicosociales por los que el individuo se desarrolla históricamente como persona y como miembro de una sociedad. Esta definición sostiene tres afirmaciones esenciales: La socialización constituye un proceso de desarrollo histórico; un proceso de desarrollo de la identidad personal; y, un proceso de desarrollo de la identidad social.

Peter Berger y Thomas Luckman han distinguido los procesos de socialización de dos maneras: A través de la socialización primaria, donde el individuo adquiere un mundo y desarrolla una identidad personal y la socialización secundaria, donde la persona pasa a formar parte de distintos submundos, institucionalizados o no, al interior de la sociedad.

No obstante, hay que aclarar que la adquisición de un mundo significa que el individuo pasa a formar parte de una realidad objetiva, material y social, y que asume una visión del mundo, haciendo suyos unos esquemas cognoscitivos y un marco valorativo de referencia.

Sin embargo, a través de la socialización primaria, los individuos adquieren una identidad personal, referida a un contexto objetivo concreto, a un mundo de relaciones sociales y a un universo de símbolos valores y normas. La identidad personal se afirma en las relaciones interpersonales y, aunque es relativamente estable, evoluciona históricamente. Así, la identidad es al mismo tiempo producto de la sociedad y de la propia acción personal.

Además, en la socialización primaria, el yo surge como producto de las relaciones sociales, al asumir el individuo la imagen que de sí le transmiten los demás que sirven de referencia y al reaccionar frente a ella en forma personal. La percepción de uno mismo influye decisivamente en este proceso, pero hay que distinguir entre el yo personal (realidad objetiva) y el concepto que se tiene de uno mismo (imagen subjetiva).

Todo lenguaje constituye una forma particular de ver la realidad. Al adquirirlo, las personas asumen también su perspectiva sobre la realidad. Edward Sapir, afirma que las formas de lenguaje predeterminan para las personas ciertos modos de observación y de interpretación.

Benjamin Lee Whorf mantiene que los niveles superiores del pensamiento humano están condicionados por el propio lenguaje. Esta es la forma en que las personas conocen su realidad, por ejemplo, los pueblos con lenguas distintas conocen y piensan en forma distinta.

Según Luria, el lenguaje es a la vez producto del desarrollo histórico y mediador del influjo social sobre la actividad mental de las personas. Hay, entonces, una doble conexión del lenguaje con la acción, de la que es fruto y causa.

Por último, Bernstein separa su tesis en cuatro puntos esenciales que son: Primero, la relación entre los contextos sociales y significaciones; segundo, los significados dependientes de un contexto sólo son accesibles a aquellas personas que comparten la comprensión de ese contexto; tercero, la vinculación entre significaciones y principios; y cuarto, el funcionamiento de códigos lingüísticos.

Este sociolingüista inglés, mantiene que existen dos tipos de códigos lingüísticos, restringido y elaborado, correspondientes a dos mundos distintos de significaciones, propios de contextos sociales diferentes. El código restringido remite a un mundo de significaciones dependientes del contexto, mientras que el elaborado remite a un mundo de significaciones independientes del contexto. El sistema escolar, por ejemplo, se fundamenta en el código elaborado, cuya utilización es mucho menos asequible al niño proletario que al niño burgués o pequeño burgués.

Finalmente, la socialización moral es el proceso socializador por excelencia, a través del cual el individuo alcanza las normas definidoras del bien y del mal en una sociedad y desarrolla los hábitos correspondientes. Con la socialización moral las personas hacen propio el control social requerido por el orden existente, lo que puede ser fuente de contradicciones interpersonales e intrapersonales.

OPINION PERSONAL:

El texto de Ignacio Martín Baró es muy interesante en la medida que abre un campo de posibilidades para responder la pregunta de indagación, debido a que sus estudios y sus investigaciones son muy completas en el área conceptual y discursiva; sus fuentes tomadas de otros autores, sirvieron bastante en la indagación de esta reseña, porque es clave para el lector la opinión de diversas fuentes y no de una sola.

La idea de este proyecto de indagación, va encaminado a proponer soluciones a las problemáticas sociales, mediante el uso de un lenguaje objetivo que no sólo sea tratado en lo particular de una clase social, sino que sea constituido para toda la sociedad, debido a que si se genera uno por cada clase social, las dificultades para entendernos y solucionar los conflictos o las desigualdades, va a ser difícil para todos. Aunque si trabajamos todos en conjunto para conseguir este propósito, muy seguramente podremos alcanzar el éxito.

Lo anterior, se puede encontrar viéndolo desde el punto de vista de la psicología de la liberación de Martín Baró, buscando una emancipación y el progreso para todos los individuos, especialmente para los oprimidos, trabajándolo desde las cabezas de los gobiernos y de las familias permitiendo que se abra paso desde el contexto actual a encontrar tanto el desarrollo de la identidad personal, como la identidad colectiva, es decir, una verdadera identidad nacional.

RESPUESTA A LA PREGUNTA:

Mediante la socialización los seres humanos se van constituyendo como individuos, se desarrollan históricamente formando parte de una sociedad, en la cual van creando su propia identidad personal, es decir, su ser personal.

Asimismo, la identidad personal se va desarrollando a partir del Yo de cada individuo, esto se ve reflejado en las acciones, pensar y sentir. Si se tiene en cuenta, la plenitud de capacidades de cada persona, hace que sientan “más ellas mismas”; lo que sucede en la relación de poder (opresor-oprimido), es que la alienación de los oprimidos es expresada como una pérdida de la propia identidad, una salida del propio yo.

Cuando hablamos de los códigos, según Bernstein, nos referimos que la forma de la relación social, en este caso la de clase social, actúa selectivamente sobre el tipo de código empleado, que regula la naturaleza de la interacción. Así, las consecuencias de la forma de relación social en que vive la persona son transmitidas y sostenidas a nivel psicológico por los códigos.

Un ejemplo claro, es el problema que originalmente se planteó Bernstein que consistía en averiguar las razones que llevaban a los niños y jóvenes provenientes de la clase social trabajadora a fracasar en el medio escolar en un porcentaje significativamente mayor que los niños provenientes de la clase burguesa o de los sectores medios. Bernstein llegó a la conclusión que el sistema escolar está fundamentado en la utilización del código elaborado, cuya utilización resulta mucho más difícil al niño proletario que al niño burgués o pequeño burgués.

Sin embargo, existe una fuerte correlación entre las clases sociales en las sociedades capitalistas y la frecuencia con que sus miembros usan uno u otro de los códigos, debido sobre todo a un contexto de significaciones más particularista e implícito (en el caso del proletariado) o más universal y explicito (en el caso de la burguesía o pequeña burguesía). En este sentido, el niño proletario tendería a la utilización continua de un código restringido que, en la práctica, rebajaría su habilidad lingüística potencial, le llevaría a respuestas más concretas y descriptivas e inhibiría su habilidad generalizadora a niveles superiores.

Al aplicar esta realidad al caso de Colombia, las personas de escasos recursos manejan códigos lingüísticos, a veces restringidos e implícitos que los que tienen el poder, ya que estos últimos los manejan a un nivel avanzado y elaborado, lo que hace que estos manejen mejor las habilidades lingüísticas y se desempeñen en la sociedad de manera exitosa; lo que hace que las personas de clases menos favorecidas no puedan participar de la vida estudiantil y laboral activamente, por tanto, hace que estas personas marquen sus diferencias con las otras clases sociales, situación que afecta el proceso de socialización de entre las diversas clases s
ociales.

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